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24. 02. 2021

Dos noches antes, durante la tormenta, un rayo cayó sobre el centenario roble. Su tronco, quedo mutilado, y su rama principal, de gran envergadura se desprendió hasta caer al suelo de la pradera.

De niños, recorrían el camino de la pradera cogidos de la mano. En verano, pasaban muchas horas jugando y balanceándose sobre el rudimentario columpio de madera, que su padre instalo una mañana. El invierno, le pasaban admirando, desde la ventana, como el gran roble, aguantaba los envites del aire, incluso mas de una vez, aguardaron bajo sus ramas desnudas a que la lluvia cesase.

Por eso, no es extraño que la primera vez que se besaron, fuese durante un atardecer de septiembre, cuando ambos hermanos, habían acudido al viejo roble, para recoger sus bellotas. Tenían catorce años, y a pesar, de ir siempre juntos a todos los sitios, e incluso muchas veces cogidos de la mano, una chispa broto en ellos, cuando tras caérsele a Belén, las bellotas que tenia en la mano, los dos hermanos se agacharon a recogerlas. Sus labios se unieron y sus lenguas jugaron juntas. Fue un beso muy breve, y después ninguno de los dos volvió a hablar de aquello.

Su adolescencia, transcurrió en aparente normalidad. Inseparables, los dos hermanos, eran fruto de las miradas de los demás adolescentes del pueblo. Carlos, desarrolló un cuerpo musculoso, que le diferenciaba de los demás muchachos de su edad, debido a las duras horas en que ayudaba a su padre a descargar los sacos, de cereales, con los que alimentaban a los animales de la granja.

Belén era tan dulce como envidiada, su melena dorada por el sol de la pradera, adquiría un tono rubio, difícil de encontrar por la comarca. Además, su esbelta figura, elevada por largas piernas, se veía dominada por unos deseados pechos, que sin ser gigantes, si eran de superior tamaño al del resto de las muchachas del pueblo.

Aquel verano no solo seria recordado, por Belén, por las abundantes tormentas que apunto estuvieron de derribar su amado roble. Sino por los acontecimientos que ocurrieron la noche de su dieciocho cumpleaños...

... El día comenzó con el bochorno típico, que sucede a una noche de tormenta. Por esas fechas, Belén, acostumbraba a dormir desnuda, tapada únicamente por una fina sabana blanca, que empapada por su sudor, se transparentaba en determinadas zonas de su cuerpo.

Tras abrir los ojos, lo primero que hizo la joven, fue saltar de la cama, y apresurarse a mirar por la ventana de su habitación. Su rostro, reflejó un gesto de decepción al comprobar que la rama principal del roble, continuaba cercenada en el suelo. A pesar de no ser ya una niña, había pedido como deseo de cumpleaños, que al despertar el árbol estuviera intacto.

Durante unos instantes, permaneció observando el roble. Después agitando la mano, saludo a su hermano Carlos, que se encontraba manipulando unas herramientas a pocos metros de su habitación. El, respondió con gesto sorprendido alzando también su mano. Y fue en ese momento, cuando Belén, se percato de que sus pechos permanecían desnudos por encima del marco de la ventana, con una sonrisa se los oculto con los brazos, y se metió en el interior de su habitación. Desde el jardín, su hermano Carlos, respondió también con una sonrisa al gesto de su hermana, y al igual que ella, también se giro, pero para ocultar el bulto, que bajo sus pantalones, la erección de su verga, comenzaba a crear.

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El día transcurrió de manera atípica, para ser su cumpleaños. Tras el desayuno, su hermano entro en la cocina y la felicito de manera efusiva. Una sonrisa y dos besos, en la mejilla, precedieron a un largo abrazo. Belén había abrazado muchas veces a Carlos, por eso creyó estar soñando, durante el abrazo, la entrepierna de su hermano, comenzó a endurecerse mientras la rozaba la parte inferior del estomago. Casi inmediatamente después Carlos la obsequio con un pequeño estuche, en cuyo interior había un bonito juego de pendientes, y rápidamente se dio la vuelta y se alejo en dirección al establo.

La muchacha subió de nuevo a su habitación y, frente al espejo, se puso los bonitos pendientes y comenzó a probarse distintas camisas y vestidos, para ver con cuales quedaban mejor. Mientras se observaba, en el espejo, no podía dejar de pensar, en si realmente, aquella dureza que sintió en durante el abrazo, era la verdadera verga de su hermano. Intento imaginar como seria, pensó en su fornido cuerpo, y en la dureza de sus brazos, Y antes de que pudiera evitarlo, un cálido cosquilleo invadió su sexo.

Desnuda por completo, tan solo los pendientes competían con su belleza. Tumbada sobre la cama, mantenía sus pies en el aire, mientras se esforzaba en abrir sus piernas al máximo. No era una chica que se masturbaba con frecuencia, y nunca había tenido sexo con ningún chico, por eso, cuando se penetró con su dedo índice, su cuerpo se estremeció, pensando en que era la verga de su hermano, la que habría su vulva.

Ella dominaba su cuerpo, elegía cada milímetro, de piel, que quería masajear. Deslizaba los dedos, abriendo los labios, que permanecían pringosos por los jugos que emanaban de su vagina. Respiraba con la misma intensidad, con la que se rodeaba el clítoris, y siempre sintiendo su dedo en el cálido interior de su vulva.

El orgasmo llego de manera controlada, suave, pero sin dejar que perdieran intensidad mientras se presionaba el clítoris. Con la ventana abierta, aunque esta vez, con la cortina cerrada, podía escuchar la voz de Carlos, mientras hablaba con su padre. Relajada por el placer cerro los ojos. Acercó su empapado dedo a la nariz, y mientras olfateaba el perfume de su vulva, se pregunto como seria el olor de una verga de verdad.

Durante la comida, Belén intento comportarse con normalidad. El silencio no era lo esperado de una fecha como aquella. Sus padres, llevaban días discutiendo, algo que no era normal en ellos. Y en ese momento mantenían un incomodo silencio. Los hermanos habían tratado de averiguar, sin éxito, el motivo de tales discusiones. Carlos, por su parte, parecía haber olvidado por completo el cumpleaños de su hermana, comía rápido, sin hablar en absoluto e incluso en ciertos momentos, Belén tubo la sensación de que intentaba rehuirla con la mirada.

Acabada la comida, los hombres, volvieron al trabajo en la granja. Y mientras la madre recogía la cocina, Belén salió a pasear junto al viejo roble.

Al pasar junto al establo, Belén se asomo discretamente buscando a su hermano con la mirada. Al no percibir, ningún ruido ni movimiento, decidió entrar.

La luz, entraba de manera tenue en el interior del establo, creando una fina cortina de polvo junto a la entrada. Al fondo, se apilaban decenas de paquetes de paja, entre los cuales se encontraba clavada la horca de madera, que utilizaba Carlos. Se acerco con cautela, hasta que descubrió que detrás de un gran motón de paja, se hallaba tumbado su hermano. En un principio estuvo a punto de gritar pensando, que se había caído y se encontraba lastimado. Pero cuando miro detenidamente su mano, quedo perpleja al comprobar, que con ella, se sujetaba la verga, y no solo la sujetaba, sino que además la acariciaba y frotaba constantemente.

El joven permanecía con los ojos cerrados. Respiraba a través de la boca, la cual permanecía ligeramente abierta, mientras aumentaba el ritmo de su masturbación. Belén, excitada, una vez mas, no pudo evitar meter su mano bajo las braguitas, y comenzar a masturbarse ella también. Asombrada por el tamaño de la verga de su hermano, comenzó a masajearse el clítoris de manera frenética, como intentando igualar la velocidad que ya llevaba Carlos.

Carlos profirió un apagado gemido, al tiempo que tres oleadas de semen, salían disparadas de la punta de su verga. Belén, impresionada, al ser esa la primera vez que presenciaba como, de la verga de un hombre, emanaba tal cantidad de blanquecina sustancia, salió corriendo hacia la puerta, temiendo que su hermano abriera los ojos y la descubriese.

Al llegar la noche, la familia se reunió, en la mesa del salón, para cenar. Belén fue la ultima en llegar. Y para su sorpresa, el silencio de la comida, aun hubiera resultado mas relajante que la situación actual. Su madre, permanecía en silencio, con los ojos llorosos y enrojecidos, mientras su padre la observaba con gesto serio.

En su mayoría de edad, sus padres o mejor dicho, su padre había decidido contarla la verdad sobre su vida. Entre los sollozos de su madre, y la mirada atónita de su hermano, su padre la revelo lo que durante dieciocho años, habían mantenido en absoluto secreto.

Belén, no era la hija natural de sus padres. En realidad, era la hija de hermana de su padre, la cual desapareció tras dar a luz. Su madre, la que hasta ese momento creyó que era su tía, a la que nunca conoció, fue violada una noche, durante las navidades de hace dieciocho años. Después del nacimiento, sus tíos, se hicieron cargo de ella, pasando a convertirse en sus padres.

Con la cara desencajada, y cubierta de lágrimas, Belén salió de la casa apresuradamente, y corriendo sin rumbo, desapareció en la noche.

Al día siguiente, nadie supo nada de Belén, sus padres adoptivos la buscaron por todo el pueblo. Por su parte, Carlos, se limito a sentarse, bajo el roble que les vio crecer juntos, y a recordar los momentos vividos junto a ella.

La oscuridad ensombreció la pradera. El canto de las aves, dio paso al griterío de las chicharras. Y bajo el roble centenario, que dos noches antes, apunto estuvo de ser abatido por un rayo, Carlos, permanecía adormilado tras muchas horas de inactividad.

Dolorida por la verdad de su vida, y enfurecida por la cruel forma en que su padre-tío, la había desvelado. Belén se acercó al único lugar, en que sus recuerdos no estaban formados por mentiras; El viejo roble.

No la sorprendió encontrar a Carlos resguardado bajo el árbol. Aunque si llamo su atención, el echo de que estuviera con los ojos cerrados.

Durante unos segundos, permaneció observando a su lado, después se acerco a el sin hacer ruido. De rodillas frente a el beso sus labios. Carlos abrió los ojos sobresaltados, pero no dijo nada al ver a su hermana, simplemente los volvió a cerrar, y los beso, como ya lo hubiese hecho años atrás.

Belén fue la primera en tomar la iniciativa, su furia se mezclo con el deseo reprimido que desde hace mucho tiempo habitaba en ella. Tras liberar sus pechos, agarro las manos del muchacho, y las apoyo sobre ellos. Los pezones, duros como si de garbanzos se tratasen, eran presa de los dedos temblorosos de Carlos.

Mientras el se entretenía en acariciar los pechos de Belén, ella arrebato de manera ansiosa el pantalón del muchacho, hasta conseguir tener su deseada verga entre sus manos. La acaricio con una mano, después con la otra y finalmente la paseo por entre sus pechos. Era la primera vez que poseía el miembro de un hombre, y aunque no sabia muy bien que hacer, sabia que no quería parar de hacerlo.

Cuando Carlos se canso de jugar con los pezones, soltó sus manos para después asir la cabeza de Belén y, presionándola hacia debajo, la marco el camino hasta su verga.

Belén se inclino hasta poder oler el miembro del muchacho, su olor la excito aun mas.

Después, abriendo ampliamente su boca, hundió la verga hasta que la punta de aquella dura lanza, rozo el principio de su garganta. A medida que lamía el miembro, su saliva adquiría un preciado sabor, que nunca olvidaría.

Cuando la ropa desapareció, ambos experimentaron la sensación de haber conseguido algo que llevaban muchos años persiguiendo. Sus cuerpos brillaban, por el sudor, ante el liviano resplandor de la luna. Tumbándose con su espalda, sobre la hierva de la pradera, Belén abrió sus piernas, de la mismo manera que otras veces lo había echo para masturbarse pensando en Carlos.

El muchacho, con su miembro enrojecido por los labios de la muchacha, admiro un instante la vulva de su hermana. Apoyo la punta del glande sobre el clítoris de la muchacha, y lo froto repetidamente, mientras miraba ensimismado los gestos de excitación que Belén realizaba.

Al descender, por el interior de los labios de la vulva, su verga se iba impregnando con la abundante humedad que emanaba el interior de la muchacha. Enfrento su lanza a la vagina de Belén, y a sabiendas de que seria el primer hombre en penetrarla, empujo su cadera, con un golpe seco, que abrió al placer, el cuerpo de la chica.

Belén lanzo un grito ahogado, cuando la verga de su hermano irrumpió dentro de ella. Pero lejos de quejarse, estiro su mano y comenzó a acariciarse el clítoris, mientras un pequeño hilo de sangre, manchaba la verga de su hermano.

La respiración de Carlos, se convirtió en un gemido continuado. Desde su posición, alternaba la mirada, entre el movimiento de los pechos de Belén y la humedad que se pegaba a lo largo de su miembro. La muchacha sentía un su vulva una extraña mezcla, entre dolor y placer, y no pudo evitar comenzar a gemir, cuando tras un chillido de su hermano, comenzó a notar, como una cálida sensación llenaba su interior. Acordándose del momento en que vio a su hermano, en el establo, expulsar de tres oleadas aquella gran cantidad de semen, Belén alcanzo su máximo placer, a sabiendas de que el semen de su hermano se encontraba por completo en su interior.

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